
Hace casi una semana el grupo musical anunció en sus redes sociales que se encontraba atravesando un delicado tratamiento médico, por lo que se iba a alejar de los escenarios e iba a ser reemplazado por su hijo Ricardo. Seis días después, por medios de sus historias, confirmaron la muerte del cantante a pocos días de cumplir los 74 años.
Federico formó parte de Las Voces de Orán, el mítico conjunto fundado en 1969. Con él, el grupo se convirtió en santo y seña del folclore argentino, fusionando la raíz salteña con la fuerza oranense en algo único e irrepetible. Sus interpretaciones de clásicos como “Cuando me acuerdo de Salta”, “La Nochera”, “Juana Azurduy” sonaron en peñas, festivales, discos, radios y fiestas familiares a lo largo y ancho de todo el país. Cada nota, cada frase, llevaba impreso el sello de un compromiso inquebrantable: mantener viva la identidad del norte argentino.
No importaba que el escenario estuviera en Jesús María, en la Serenata a Cafayate, en la Chaya, o en el imponente Festival Nacional de Folclore de Cosquín: allí iba Federico Córdoba, guitarra al hombro, dispuesto a dejar el alma en cada canción.
La noticia desató una catarata de condolencias por parte de artistas, festivales y asociaciones culturales y uno de los primeros en pronunciarse fue el Chaqueño Palavecino. “Hoy el folclore está de luto. Se fue mi padrino artístico, el querido Federico Córdoba. Dueño de una voz inconfundible y de una humildad que lo hacía aún más grande”, escribió el Chaqueño en su cuenta oficial. “Su voz emocionó a generaciones y su legado vive en cada escenario”, agregó Palavecino, quien eligió palabras sencillas, desbordadas de respeto y admiración para despedir a quien llamó su padrino artístico.
La emoción se sentía casi física en cada frase: “Fue un amigo entrañable, un referente de esos que dejan huella para siempre… Gracias, Federico, por tu ejemplo, tu apoyo, tu amistad. Me llevo estos hermosos momentos compartidos. Tu voz se apaga, pero tu huella será imborrable”.
Palavecino expresó su dolor por la muerte de su colega (Foto: Instagram)
Cada palabra del Chaqueño parecía buscar consuelo en nombre de todos. ¿Qué hacer frente al adiós de un hombre que se volvió sinónimo de fiesta, canto y tradición? ¿Cómo reconstruirse después de semejante pérdida? Quizás sea cierto lo que repiten las leyendas: los grandes nunca se van del todo.
Esta noche, en algún rincón de Salta, Orán y más allá, el eco de la voz de Federico Córdoba seguirá abrazando a quienes no quieren olvidarlo. La noticia estremeció especialmente al norte argentino, donde Córdoba era sinónimo de canto popular, tradición y pertenencia. Su legado, forjado en la humildad y el amor genuino por la música, continuará vivo cada vez que suene una zamba antigua, una guitarra de medianoche o una copla de esperanza.
Porque en el folclore, la muerte nunca es olvido: es memoria, canción y promesa de eternidad.
Fuente: infobae