Historias de un argentino en Brasil Cuatro días en la vida de Jorge Leal Amado

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Hablar de grandes íconos de la literatura sudamericana como Pablo Neruda, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Mario Benedetti o Gabriel García Márquez   y no mencionar a Jorge Amado, sería no reconocer que la tierra brasileña nos brindó, a través de la pluma del bahiano, novelas inolvidables como “Gabriela Clavo y Canela”, “Doña Flor y sus dos Maridos” o “Mar Muerto”, por citar solamente tres de sus escritos.

Todo ese caudal de buenas ficciones, me despertó la curiosidad de conocer más sutilmente quién fue Jorge Leal Amado de Faria.

Un lunes 15 de octubre de 2018, abordé desde el aeropuerto Santos Doumont de Río de Janeiro, en el vuelo G 3 – 1521, de Gol Líneas Aéreas, horario de partida 07,58, con destino a Salvador de Bahía, arribo 09,15 al aeropuerto Luís Eduardo Magalhães. Allí comenzó mi derrotero de 4 días en la vida de Jorge Amado.

Cuando llegué a Salvador, capital de la Bahía y luego de dejar mis pertenecías en un hotel sencillo, cerca de “Plaza da Sé”, mi primera excursión fue a la Rúa Alagoinhas 33, en el displicente y bohemio barrio de Río Vermelho.

Allí residió Jorge Amado y, como era su deseo, la casa se convirtió en un museo, el “Memorial do Río Vermelho”. En esa residencia, el literato cohabitó casi cuatro décadas con la también escritora Zélia Gattai, su amor y compañera durante 56 años.

La directora de ese instituto es Paloma Amado, hija del matrimonio de escritores, quien ante nuestra requisitoria nos atendió amablemente y relató, vivencias de su padre, entre ellas, que su nombre deriva de la gran amistad que tenía con el pintor español Pablo Picasso y su esposa, Paloma.

La historia –dice Paloma- se inicia así: El novelista había nacido el 10 de agosto de 1912, en una hacienda de cacao en el pueblo de “Pirangui”, cerca de “Itabuna”, en el interior bahiano.

 Paloma Amado

Su descendiente nos contó que Amado vivió su infancia en “Ilheus”, donde presenció la lucha desmedida entre los acaudalados exportadores de cacao, con los trabajadores mal pagos y librados a su suerte hecho en el que se inspiró en varias de sus obras.

En esa conversación, supimos que cuando Jorge Amado tenía 12 años su familia decidió mudarse a Salvador, donde el primogénito cursó sus estudios secundarios.

En el año 30, Amado se trasladó a Río de Janeiro, donde comenzó a estudiar derecho y a escribir sus primeros poemas.

Jorge Amado y Zelia Gattai

Donde narraba con profundo conocimiento lo que sucedía en las plantaciones de cacao en el sur de la Bahía, conjuntamente con las injusticias sociales en Salvador y ciudades cercanas.

Sus obras, “O País do Carnaval”, “Cacau, “Suor”, “Mar Morto”, “Capitães de Areia”, “Terras do Sem Fim”, “São Jorge dos Ilheus” y “Los Subterraneos da Liberdade”, fueron parte de esa primera etapa, en la que sus libros eran considerados documentos de las dificultades de los brasileños originados por la transición de una sociedad agraria a otra industrial.

En 1935 de graduó en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Facultad de Derecho de Río de Janeiro.

Sus ideas marxistas en aquellas épocas no eran bien vistas y le trajeron varios problemas en un país de gobierno totalitario, no le era fácil lidiar con esa situación.

El joven abogado idealista pasó mucho tiempo escapando del acoso del gobierno de entonces ratificando sus ideales con el arma más letal que eran sus escritos, sus novelas.

Como consecuencia de sus publicaciones fue encarcelado en 1936 y luego consiguió exiliarse en la Argentina y Uruguay, entre 1941 y 1942.

Habían transcurrido tres años deambulando y pasando momentos importantes con argentinos y uruguayos.

Cuando regresó a su tierra, en 1945, continuó con su lucha política y fue electo Diputado Federal por el partido Comunista Brasileño.

Como legislador, auspició un proyecto que garantizó la ley de credos. Por esa época, Jorge Amado se manejó entre ser un escéptico y un místico era reconocida su simpatía por el candomblé (religión afrobrasileña), que lo contó como un asiduo visitante a los terreiros (casas donde se celebran los rituales).

Su exilio prosiguió en París, entre 1948 y 1950, y en Praga, antigua Checoslovaquia, en 1951 y 1952.

Jorge Amado, mantuvo durante toda su vida una fuerte amistad con el compositor bahiano Dorival Caymmi, así también con el pintor argentino Héctor Julio Páride Bernabó, conocido como “Carybé”. Los tres, unidos por el amor a la Bahía, se influyeron unos a otros en sus respectivas artes.

 Jorge Amado Y Dorival Caymi

Luego de aquellos sucesos, viajó por Europa y Asia, y retornó a Brasil recién en 1952.

Jorge Leal Amado no fue solamente un escritor, fue el defensor de los maltratados obreros brasileros, fue un hombre que más allá de sus ideas comunista supo generarse el reconocimiento por su excelente obra literaria y fiel a sus convicciones.

La permanencia en la capital bahiana de este periodista fue muy auspiciosa por todo lo aprendido en esos días en la tierra que vio desarrollarse a uno de los máximos literatos de habla hispana.

Luego de recorrer varios sitios de interés turístico, en el barrio del “Pelourinho”, me trasladé hasta el objetivo principal: la “Fundación Jorge Amado”, en la Rua (calle), “Largo do Pelourinho” 51, donde fui atendido gentilmente por su directora, Myriam Fraga, quien me suministró detalles de suma importancia, que anexé a los brindados por la hija del homenajeado y que transcribo en esta nota.

Fundación Jorge Amado Salvador de Bahía

En el segundo día, después del desayuno en el hotel, fui hacia la terminal donde abordé el ómnibus para recorrer los 462 kilómetros que separan Salvador de la ciudad de Ilheus, allí continuaba mi derrotero en la vida de Jorge Amado.

Luego de dejar atrás las localidades de “Feira de Santana”, “Serra Grande” e “Itabuna”, viajé por la hermosa “Costa do Cacau”, hasta llegar al destino final.

Fueron casi ocho horas desde la partida, en un viaje que parecía interminable, en una ruta sin señalizar y en mal estado.

El arribo a la ciudad fue totalmente deseado, seguidamente me trasladé al hotel, me registré y era el momento de un buen baño; el cuarto era acogedor, simple, descanse por espacio de dos horas y el hambre comenzaba a pedir algún alimento, allí cumplí mi deseo y degusté un delicioso “Acarajé”, (bomba de masa de poroto fradinho, sumergida en aceite de dendê” para ser fritada, una tradición deliciosa y característica de la Bahía, una deleite relleno con camarón, acompañada con una Skol (cerveza muy popular), helada, mientras preparaba mi tercer día, ya en la tierra del polvo del chocolate.

Las primeras horas en los dominios de Gabriela y Nacyb –los personajes centrales de la novela más figurada entre lo ficticio y la realidad de Amado: “Gabriela Clavo y Canela”-, confirman que son los actores de nombres de avenidas, shoppings, comercios… todo está relacionado con el mito tan popular.

Recorriendo las calles de la capital del cacao, me sentí un integrante más de los escritos de Amado; colores, sabores y musas inspiradoras colmaron su literatura de belleza exaltadas por el escritor en la calidad de sus obras. Injusticias y detalles significativos en una sociedad tan dispar para la época, las que fueron subrayadas en su narrativa como una voz de protesta generalizada.

Inseparablemente en Ilheus gira todo entorno a la enigmática personalidad de Jorge Amado.

El recreado “Bar Vesuvio”, lugar imaginario de los protagonistas de Gabriela Clavo y Canela, fue inaugurado allá por 1909 por dos italianos, tambièn subsistió en manos de varios dueños que no lograban rentabilidad, hasta que, en el año 2000, el señor Guido Paternostro arrendó el establecimiento, hizo una gran reforma y fundamentó su éxito rescatando toda la tradición novelesca del bar más famoso de la Bahía.

Cuando uno llega a la fonda, lo aguarda Jorge Amado, inmortalizado en una estatua, sentado a una mesa, donde se puede compartir un trago, una comida o bien sacarse fotos.

 

   Bar Vesuvio con Jorge Amado

De una de las ventanas, “Gabriela”, la atractiva mulata, le observa desde una efigie similar a la de su marido Nacyb, -realizadas por el mismo escultor de Jorge Amado-, que desde otra janela (ventana), les dan la bienvenida.

“Bar Vesuvio”, historia de pasión, traición, tragedia y muerte; amores platónicos, jueces y políticos que se reunían en el lugar, ignorando ver a los aristócratas dueños de haciendas jugar a los naipes por dinero. Todo eso nos marca el derrotero, en el lugar de los hechos.

El cuarto día me mantuvo entre el escenario histórico y la ficción. La realidad de hablar con quienes conocieron al artista y sus mitos, examinar lugares como el “Bar Vesuvio”, o la casa donde vivió Amado, situada en el N° 21 de la calle que lleva el nombre del literato y que puede visitarse con horarios marcados.

 

“Ilheus”, tierra del cacao, de Amado, Gabriela y Nacyb, sus coroneles, los cabarets con sus bataclanas, las “moquecas” de peces que en la ficción cocinaba “Gabriela o los “kibies”, que en la fábula preparaba el “turco” Nacyb, todo eso nos habla de la vida del escritor y de sus fantasías.

Existió la época en que la vida no lo trataba nada mal al escritor brasilero pese al exilio ya que en las reuniones de los cafés del centro de París, Amado se reunía con Pablo Neruda, también en el exilio, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Pablo Picasso, Salvador Dalí y artistas como Yves Montand, en esa mágica París, de los cafés “Les Deux Margots” y “Café de Flore” -seguramente-, Jorge Amado contó a sus amigos, al igual que en sus obras, la esencia del Brasil de tierra adentro, el Brasil del interior.

 

 

 

Jorge Amado falleció en Salvador, una semana antes de cumplir los 89 años, el 6 de agosto del 2001.

Luego de esos cuatro días en la vida del escritor, entre las historias reales mezcladas con las fantasías creadas por Jorge Amado, otro vuelo similar al de ida, depositó a este periodista en Río de Janeiro, enriquecido por las experiencias vividas y deleitado por las vivencias de un idealista como persona que manifestó a través de sus novelas la realidad de esos tiempos en el Brasil del interior.

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Alberto Antonio Curia